Hoy en día se reconoce que algunos subtipos de DM2 son secundarios a defectos monogénicos, tales como el síndrome juvenil de diabetes del adulto (maturity-onset diabetes of the young -MODY-), síndromes de resistencia grave a la insulina y la llamada diabetes mitocondrial. Sin embargo, en la mayoría de los pacientes con DM2, varios (si no múltiples) factores genéticos y ambientales contribuyen tanto al origen como a la progresión y complicaciones tardías de la enfermedad.
La identificación de los genes responsables permitiría avanzar en el conocimiento de los mecanismos que mantienen los niveles normales de glucosa y cuya disfunción provoca la enfermedad. Además, podría ayudar a obtener fármacos antidiabéticos más eficaces, diseñados para contrarrestar la anomalía específica, así como a identificar los individuos de riesgo que más podrían beneficiarse de tratamientos y/o cambios en el estilo de vida antes de que la enfermedad se desarrolle.
La predisposición a la resistencia insulínica y/o a la disfunción de células β se hereda de forma no Mendeliana, debido a su heterogeneidad genética y patogenia multigénica. Además, factores medioambientales tales como dieta inadecuada e inactividad física pueden modular las manifestaciones del genotipo (penetrancia incompleta) o bien imitar la contribución génica, dando lugar a fenocopias. Así pues los estudios genéticos humanos acerca de la predisposición a la resistencia insulínica están plagados de incertidumbres y se ven complicados además por las considerables variaciones existentes en el pool genético humano. Este es el motivo de que se hayan diseñado multitud de modelos animales (en su gran mayoría, ratones) transgénicos y knock-out, portadores de mutaciones en genes requeridos para la secreción y/o acción de la insulina, como método de análisis de un sistema genético de semejante complejidad.